martes, 22 de enero de 2013

El fruto del proyecto.

Por fin este proyecto ha dado su fruto y la semana pasada se estrenó en BTV (Barcelona Televisó)  el documental "Perdimos y Seguimos Perdiendo" en su versión corta:





Sinopsis El Chocó es el departamento más olvidado de Colombia. Con una dimensión similar a Suiza, tan solo posee unos 60 kilómetros de carretera. Como consecuencia de ser el lugar donde más llueve del planeta, su geografía es totalmente selvática, territorio de las comunidades indígenas Emberá y Wounaan. Estas etnias, al igual que sucedió con la llegada de los primeros colonizadores, están perdiendo sus territorios debido a que los grupos armados, los cuales se han hecho fuertes en la zona, los obligan a huir de sus tierras, viéndose forzados a cambiar sus milenarias formas de vida y adoptar nuevas costumbres como única posibilidad de poder sobrevivir a las constantes agresiones que padecen. La consecuencia de todo ello es la más que probable pérdida de su identidad.


Gracias al documental en el programa "Para todos La 2" del canal La 2 de TVE se han interesado por la situación de los indígenas Emberá y Wounaan en el Chocó y me han entrevistado. Espero que os guste:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/para-todos-la-2/para-todos-2-ong-josep-lluis-penades/1671435/



miércoles, 4 de enero de 2012

EMBERÁ y WOUNAAN

La vida es una cadena de acontecimientos cada uno de ellos dependiente del anterior, precisamente por su semblanza con la vida amo mi profesión. Mis trabajos han nacido de una sucesión de ideas que han dado como resultado documentales muy distintos a esas ideas originales, pero sin las cuales jamás hubiera podido contar las historias que finalmente me han seducido. Una vez más la historia se repite, el proyecto de realizar un documental mostrando Sudamérica a través de la mirada de nuestra hija Aridana quedó desestimado en Venezuela así que adelantamos nuestra ida a Colombia, donde mi esposa y mi hija se quedaron en casa de los abuelos, y yo me desplacé hasta el Chocó, departamento en el que decidí realizar un documental sobre el río Atrato y sus comunidades.
La primera etapa de este documental estaba protagonizada por los indígenas Emberá residentes en la comunidad de Quijaradó en el río Pató, el cual desemboca en el río Quito, y este a su vez lo hace en el río Atrato frente a la ciudad de Quibdó. Durante un tiempo los Emberá de esta zona me han permitido convivir con ellos compartiendo sus costumbres y tradiciones.
He disfrutado de su calidez, su amabilidad y sus costumbres, pero también he conocido y comprobado las desastrosas consecuencias del conflicto armado colombiano en esta gente, que a mi modo de ver debería ser ajena a él, así que finalmente me he decantado por la realización de un documental sobre su forma de vida y como esta va desapareciendo progresivamente al verse forzados a modificar sus costumbres en la selva o al ser expulsados de sus territorios y llegar a la ciudad como desplazados.


Al igual que los Emberà, los Wounnan sufren su misma suerte, en el caso de las diecisiete familias de la comunidad de Villa Nueva estas se han visto obligadas a dejar su resguardo de 25.000 hectáreas y ubicarse en las afueras de Quibdó en una hectárea y media, donde sus minúsculas cosechas se pierden por las continuas inundaciones convirtiendo la realización artesanal de collares, pulseras, pendientes y otros complementos de chaquira en la única fuente de ingresos con la que poder comprar todos los alimentos de la comunidad. El resultado es una grave desnutrición generalizada.

Anteriormente tanto las familias de las etnias Emberá y Wounnan vivían en casas alejadas las unas de las otras, esto les permitía  cazar, pescar, recoger frutos de la selva y sembrar a pequeña escala sin afectar el frágil equilibrio de la selva, pero ante las constantes violaciones y atentados por parte de los grupos armados que llegaban a las casas los indígenas han tomado la decisión de crear poblados formados por varias familias como medida de seguridad. Esto ha afectado gravemente su forma de vida: las presas de caza cada vez están más lejos, la pesca ha disminuido, los cultivos son más extensos y la tierra se empobrece rápidamente. En consecuencia su alimentación es cada vez más pobre y se crea una dependencia de productos de la ciudad que obliga a los indígenas a laborar en las ciudades o en la tala masiva de madera.


Aún así los Embera y los Wounnan siguen luchando por no perder sus tradiciones, su folclor, sus conocimientos y sobretodo sus territorios, las selvas y ríos de una de las zonas más desconocidas del mundo: El Chocó.







Nuestro tiempo de viaje ha finalizado. No hemos podido realizar nuestro proyecto inicial por lo que agradecemos inmensamente la comprensión de nuestros patrocinadores y el hecho de que no nos hayan retirado su apoyo, una bonita muestra de que detrás de cada una de las empresas que han confiado en nosotros hay unas personas maravillosas repletas de humanidad, gracias, mil gracias a todas ellas.
Gracias también a todos los que nos han ayudado a lo largo del camino, han sido tantas y tantos que seguimos creyendo que el mundo es un bello lugar que vale la pena conocer, disfrutar y compartir.
Finalmente gracias a todos los que nos habéis seguido y apoyado de un modo u otro. Esperamos no haberos defraudado demasiado.
Os emplazamos a un futuro próximo en el que podamos compartir con todos el documental que nacerá de una bonita idea que un día rondó por nuestras cabezas y que repercutirá en unas comunidades olvidadas en un lugar remoto para todos, incluidos los colombianos, y que merecen ser conocidas y protegidas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

AGUA

Indígenas Embera, Wounaan y Kunas, comunidades Afrocolombianas, colonos, mineros, espesas selvas, riquísima fauna y flora, caudalosos ríos, precipitaciones apocalípticas, litorales de ensueño, ausencia de carreteras, grupos armados… definitivamente son demasiados los temas que ofrece esta tierra que seduce y apasiona por su riqueza y su miseria, un territorio en el que, como dicen sus habitantes, es fácil amañarse.


Han sido muchos días en Quibdó, la capital del Chocó, entrevistándome con gente, buscando información, visitando pueblos, abarcando mucho y apretando poco, tanto que me he llegado a marear intentando asimilar tantas emociones y buscar la forma de poder transmitirlas en un solo documental.




Finalmente me obligado a sintetizar en una sola palabra todo lo que me ha transmitido el Chocó: Agua.  El agua es vital para la vida, y esa afirmación en esta parte del mundo se percibe con toda su fuerza. Sus tres ríos principales, San Juan, Baudó y Atrato, este último el más caudaloso del país, son las arterias principales por las que se transportan las mercancías de todo el territorio y se desplazan la gran mayoría de los chocoanos. A estos ríos hay que sumarles otros 16 ríos menores como el Domingodó, Apartadó y Salaquí y sus más de 500 afluentes. Esta colosal cantidad de agua es el resultado de las lluvias que caen diariamente en el Chocó convirtiendo este territorio en la segunda zona del mundo con más pluviosidad y en consecuencia en uno de los lugares del planeta con mayor biodiversidad.
Las vidas del los Chocoanos están directamente relacionadas con sus ríos, y para poder mostrarlas he decidido navegar por el Rio Atrato desde Quibdó hasta Bocas del Atrato, deteniéndome en las numerosas comunidades que viven en su ribera.




El próximo jueves inicio la filmación de este documental del que imagino no podré publicar muchas entradas hasta que lo finalice debido a que en la mayoría de estas comunidades no hay electricidad. De todas maneras prometo aprovechar cualquier oportunidad de poder hacerlo.
¡Hasta Pronto!

Los fotogramas corresponden a Quibdó y al Rio Atrato a su paso por esta ciudad.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Abandonando el Oasis y algo más

Es obvio, tanta inactividad en el blog solo puede responder al hecho de que algo ha sucedido, pero antes de explicarlo, queremos rememorar los últimos momentos en La Sabana.


Impactante foto ¿verdad? Es la vista del mirador de La Sabana. “Neptuno”, así llaman a Chema sus vecinos, el pescador que nos invitó a acompañarlo a una de sus jornadas de pesca, está acostumbrado a ese bonito paisaje y no por ello deja de valorarlo, al contrario, las horas que pasa en el mar son algo más que su modo de vida, también son su pasión, no concibe existir sin su compañía.


Aceptamos encantados la invitación de Chema pero el día en que nos íbamos a embarcar en la pequeña barca junto a sus compañeros, Don Pedro y Dominguín, Ariadna se levantó con el estómago girado y lo que en un primer momento nos pareció una mala jugada del destino, resultó ser una suerte pues mamá y Ariadna se marean con facilidad. Ellas se quedaron en la playa y papá navegó durante tres horas con viento del nordeste, observando cómo los tres pescadores respetan el mar realizando una pesca sostenible sin redes y extrayendo de este lo necesario para ellos y algunos de los habitantes de La Sabana, a los cuales unas veces les regalan los pescados y otras los venden según las necesidades de sus familias. Por su parte los tres pescadores pudieron observar como su invitado, tras un monumental mareo, alimentó a los peces con el almuerzo que se zampó unas horas antes. Fue de agradecer la discreción e indiferencia con que lo hicieron.



A Ariadna le encanta dibujar. Para nosotros ha sido una sorpresa ver cómo tras estos días en el Caribe venezolano, en sus dibujos las princesas, reyes, mamás, papás, niños y niñas han dejado de tener una piel rosadita y ahora la mayoría de ellos lucen un bonito marrón oscuro. Lo que no ha cambiado en sus dibujos es la sonrisa de todos ellos, algo que nos tranquiliza como padres pues es representativo de que se siente bien.



En cambio hay algo que si nos mantenía muy intranquilos, en el caso de mamá sería más correcto utilizar el término de angustiada, la seguridad. El día antes de dejar La Sabana, Onelis nos propuso ir visitar el pequeño pueblo de Caruao que se encuentra a tan solo ocho kilómetros. Realmente el paraje es espectacular, acorde con lo que habíamos visto desde que dejamos Los Caracas, pero ya no lo disfrutamos tanto. Volvimos a ir escoltados y estábamos agradecidos a las autoridades por ello, pero poco a poco tomamos consciencia de que nos íbamos alejando de la esencia del viaje. Por otro lado si no hubiese sido así nos aseguraron y reaseguraron que no podríamos continuar pues las bicicletas y los remolques son caramelos a los que difícilmente renunciarían los amigos de lo ajeno. Por si esto fuera poco al día siguiente debíamos dejar el estado de Vargas y adentrarnos en el de Miranda, en este caso gobernado por el partido opositor, donde nos recomendaban ponernos en contacto con sus autoridades para dar a conocer el proyecto y buscar nuevos apoyos pues según nuestros amigos Miranda es más peligroso que Vargas.



Lo cierto es que tras acaloradas discusiones y posteriormente sosegados diálogos decidimos poner punto y final a nuestra aventura en Venezuela. Nosotros estábamos dispuestos a afrontar riesgos pero nuestra hija no tenia porqué llevarse el susto de un robo con violencia o alguna otra situación traumática para una niña de tres años. Debemos aclarar que en ningún momento culpamos a los venezolanos de la situación en la que nos encontrábamos, más bien les estamos inmensamente agradecidos ya que siempre hemos recibido su ayuda cuando la hemos necesitado. Fuimos nosotros quienes decidimos ir su país, nadie nos llamó, por lo tanto somos los primeros responsables de las situaciones en las que nos encontramos. Las circunstancias de cada país, buenas o malas, son las que son, y lo son por miles de motivos, no surgen al azar. Debemos tenerlas en cuenta a la hora de tomar decisiones en cuanto nos afecten directamente, pero jamás juzgarlas alegremente ya que estando de paso raramente conocemos los porqués. 


Cenamos por última vez con Onelis y sus amigas. Una cena triste, como todas las que tienen ese aroma de despedida, silencios incómodos, promesas de un reencuentro que difícilmente se producirá y el recuerdo de momentos vividos días antes.


La ida a Colombia fue caótica. El camión que nos vino a buscar para llevarnos al aeropuerto llegó tarde, perdimos el vuelo a Puerto Ayacucho, capital del estado de Amazonas en Venezuela, y nos devolvió a Macuto. Parte del dinero para el vuelo se esfumó en pensiones, comidas y gestiones infructuosas por conseguir un billete para Puerto Ayacucho desde donde debíamos llegar a Puerto Páez en Colombia. ¿Por qué no ir en autobús? En un primer momento nos pareció viable el bus pero no hubo forma de que nos permitieran subir las bicicletas y los remolques aunque estuvieran debidamente desmontadas y empaquetadas. Finalmente una compañía se prestó a ello pero el precio del equipaje superaba con creces el de los tres billetes juntos. Aunque parezca extraño en nuestras circunstancias era más barato volar que no ir en bus.
El transcurrir de los días decidió por nosotros, pronto la única posibilidad que nos quedó de llegar a Colombia fue dejar las bicicletas y los remolques en casa de nuestro buen amigo Marcelino, un ángel del camino, e irnos en autobús por la ruta que teníamos trazada en nuestro proyecto. Recorreríamos los llanos venezolanos y colombianos:
De Caracas hasta San Fernando de Apure (8 horas en bus)
De San Fernando de Apure a Puerto Páez (4 horas en bus)
En este trayecto nos convencimos de que la decisión de abandonar el proyecto era la acertada pues no solo era preocupante el tema de la delincuencia, a eso había que añadir la constatación del peligro que representa ir en bicicleta con remolque en esas carreteras, ya no por el estado de la mismas, de por si realmente malo en largos tramos, sino por el nulo espacio para transitar por ellas cuando pasa un camión de gran tonelaje, o algún camioncito con más carga que el que lleva uno grande, que también los hay, muchos.
De Puerto Páez a Puerto Carreño, ya territorio colombiano, llegamos en cinco minutos en una lancha.
En Puerto Carreño preguntamos a algunas personas donde se toman los buses para llegar a Villavicencio, su respuesta nos asombró, una nueva señal. Nos dijeron que por ahí solo se circula si es por causa de fuerza mayor, los que lo hacen conducen a toda velocidad en los tramos en que es posible hacerlo pues las riadas y los desprendimientos se llevan a más de uno; por si esto fuera poco se recomienda ir acompañado de algún otro coche  en los aproximadamente 500 km hasta Puerto Gaitán, a unos 250 kilómetros de Villavicencio, son poquísimas las zonas habitadas y si por desgracia se sufre un accidente es muy difícil que alguien pueda socorrerte. Como dice el refrán “donde llegues haz lo que vieres” así que pasamos la noche en el pueblo y al día siguiente tomamos el mismo medio de transporte que utilizan los lugareños, subimos en una lancha rumbo a Puerto Gaitán, un eterno viaje de 14 horas en el que aparte de un pesadísimo control militar de 30 minutos, tan solo nos apeamos dos veces a la ribera del rio, eso sí, en esos breves minutos disfrutamos de un delicioso sudado de pescado de rio.






Finalmente llegamos de noche a Puerto Gaitán y Ariadna pudo abrazar a su abuelo quién vino a buscarnos para llevarnos hasta Villavicencio, donde nos esperaba la abuelita con una reconfortante cena y unas ganas inmensas de abrazar a su nieta.
Durante el trayecto una última señal acabo con los ánimos de mamá y con las escasas esperanzas de papá de reemprender el proyecto en Colombia. La violencia sigue latente en este precioso país.


Ariadna está feliz en casa de sus abuelitos. Mamá y papá nos hemos estado preguntando durante varios días ¿Y ahora qué?
La respuesta ha tardado varios días en llegar, pero finalmente la tenemos:


La realización de un documental sobre EL CHOCÓ, el segundo pulmón del mundo, una de las zonas más húmedas del planeta, un territorio de más de 46.530 Km2 dominados por selvas espesas en el que solo hay 60 km de carreteras asfaltadas, sus caudalosos ríos son sus milenarias vías de circulación. Afrocolombianos, indígenas, mestizos y tan solo un 4% de población blanca son los habitantes del departamento más rico de Colombia en cuanto a biodiversidad pero contradictoriamente el más pobre del país.


Esta vez mamá y Ariadna se quedan en casa. Aún así estoy convencido de que no estaré solo. ¿Me acompañáis?

viernes, 28 de octubre de 2011

La Sabana, un oasis en el viaje

Así es como hemos percibimos este pequeño pueblo casi limítrofe con el estado de Miranda.
Llegar hasta La Sabana ha sido la constatación de la advertencia que nos hicieron las personas que encontramos a lo largo del recorrido entre Macuto y Los Caracas:
- No man, ustedes no puden subir por esas montañas, hasta los carritos pierden los frenos en esas subidas.
Y así ha sido, no lo hemos conseguido, aunque estoy convencido que de no ser por el peso que cargamos lo hubiéramos logrado, pues el motor de nuestras bicicletas Monty nos ha dado suficientes muestras de ello.
El caso es que ante este nuevo imprevisto contamos con la ayuda de Jorge Araujo de la Alcaldía de Vargas, quién muy amablemente nos vino a recoger con un camioncito y nos hizo de guía mientras pasábamos por las espectaculares montañas selváticas que bordean el Parque Nacional El Ávila y por los pueblitos del litoral.
Ariadna se lo ha pasado en grande. En una de las paradas que hicimos jugó en el río y pudo ver los burritos de carga que utilizan los lugareños para subir a la montaña. Además está muy contenta de poder explicar a sus amiguitos de colegio que se ha subido a un camión.




La Sabana de por si es un oasis por la traquilidad del lugar y la belleza de sus playas, pero para nosotros lo ha sido por la amabilidad y hospitalidad de sus habitantes y en especial por Onelis y su mamá María Enriqueta, quienes nos abrieron las puetas de su casa.
Onelis es una bella mujer caribeña, negra, robusta, orgullosa de ser sabanera, como ella gusta de decir, y con un corazón que no le cabe en el pecho. Ella nos ha paseado por el pueblo, nos ha presentado a los vecinos, nos ha cocinado deliciosos platos y nos ha hecho sentir parte de su familia.


Inolvidables han sido las agradables charlas nocturnas con su familia, vecinos y amigos, sentados en sillas colocadas en la acera frente a la puerta de su casa. En una de ellas Otilia, tia de Onelis, se presentó con dos botellas de sangría. Resultó ser una verdadera embajadora de la cultura sabanera y una gran cantante. La velada transcurrió entre historias de como esclavos libres fundaron La Sabana, tradiciones como las fiestas de San Juan y sobretodo cantos que acompañan a los Tambores de la Sabana.


Nos quedamos sin poder escuchar los Tambores de la Sabana pues por respeto a una muchacha que falleció durante nuestra estancia, el pueblo quedó de luto y no podían sonar los tambores. Aún así en YouTube hemos encontrado una buena muestra de la espectacularidad de esta música en la que para nuestra sorpresa Otilia es la voz cantante.

jueves, 20 de octubre de 2011

La seguridad de la buena gente

Perdonad por haber tardado tanto en volver a escribir.
Finalmente llegamos a Macuto y nos hospedamos en un hotel con el fin de iniciar nuestro viaje por Venezuela.

Macuto es uno de los destinos turísticos de fin de semana para los caraqueños. Su paseo y su playa son un claro exponente del ambiente caribeño: música, baile, alegría, espontaneidad, sabrosas comidas callejeras... pero por otro lado, tal y como ha comentado Xime, Macuto no es un buen lugar para poder llevar a cabo nuestro proyecto. Son muchas las personas que nos advirtieron que no saliéramos con las bicicletas y la cámara pues el riesgo de quedarnos sin ellas era altísimo, así que para evitar sustos decidimos hacer caso. Mari, seguramente usted no leerá esto, pero le agradecemos de todo corazón que nos mostrara el Macuto más popular y verdadero.

La sensación de inseguridad en Venezuela es notable pero por otro lado nosotros siempre  hemos encontrado personas maravillosas que nos han protegido, ayudado y comprendido.
Cuando el Alcalde de Vargas, el Sr. Alexis Toledo se enteró de nuestro proyecto, a través de nuestra amiga Isabel, no dudo en apoyarnos brindándonos seguridad y logística, así que escoltados por los oficiales Ayola Nivis, Pacheco Edison y Bera Caros finalmente pudimos partir de Macuto a Los Caracas, 45 km de bellos parajes del litoral caribeño, un sol de justicia y sobretodo gritos y bocinazos de apoyo por parte de los conductores de los coches que nos adelantaban mientras sonreían sorprendidos al ver a Ariadna en su remolque.

Nuestra meta era La Sabana, pero el esfuerzo de la etapa y sobretodo el sobrepeso del equipaje (y el propio)  nos obligó a acampar en Los Caracas, una especie de zona de recreo en la playa custodiada por la Guardia Nacional donde se mezclan windsurfistas de fin de semana, familias que acampan junto al río y familias damnificadas que perdieron sus casas debido a las terribles riadas que se produjeron en la zona en noviembre de 2010.

Desgraciadamente llegamos casi al anochecer y no pudimos disfrutar de todo el paraje que ciertamente es espectacular, pero al menos podemos presumir de haber acampado en la playa disfrutando de una estrellada y calurosa noche caribeña. Pudimos hacerlo gracias al Sargento Chavez de la Guardia Nacional, quien muy amablemente nos permitió guardar las bicicletas en el cuartel.




Nos queda agradecer el tremendo trabajo de producción que ha desarrollado Eduardo Zabala, jefe de prensa de la Alcaldía de Vargas, quién aprovechando su amplia experiencia como productor de cine nos ha estado colaborando con todo aquello que hemos necesitado.
En el próximo post estaremos en un pueblito casi tan bello como sus gentes: La Sabana.